Aparté las lentes negras que sellaban el pozo de su mirada,
desnudando las heridas al verme reflejado en sus
ojos
de
soldado.
Supe entonces que ambos éramos conscientes
de que no se puede evitar querer lo que te hace daño,
del mismo modo que nadie sale ileso de una buena canción.
Tras mirarnos así no nos quedó más remedio;
nos abandonamos a una noche sin sueño
hasta que el alba ensangrentó de escarlata el horizonte.